Villanueva de Huerva (Zaragoza)

La primera impresión que puede tener alguien que observa el exterior de la iglesia de Nuestra Señora de Los Ángeles de Villanueva de Huerva, son las notables diferencias constructivas que hay entre los materiales usados en sus fachadas y en las torres. Es muy evidente el edificio renacentista, alzado entre 1568 y 1577, en piedra sillar y mampostería, resultado de la reforma y ampliación del templo antiguo, catalogado como de origen mudéjar. Pero surgen algunas cuestiones que podrían dar protagonismo a su alta torre, según un trabajo publicado recientemente por el arquitecto técnico Jaime Carbonel, buen conocedor de la arquitectura islámica en Aragón.
Una torre singular
Lo primero que destaca Carbonel es que “la torre es de ladrillo, a diferencia de todo el resto de la edificación, salvo el muro hastial, que también es de ladrillo, aunque de factura muy diferente a la de la torre. Además, está construida enteramente desde la base y las cuatro caras fueron exentas algún día, lo que significa inequívocamente que cuando se construyó esta iglesia, la torre ya existía. La torre quedó situada a los pies de la nave, en el lado del Evangelio (lado izquierdo mirando hacia el altar). Su planta es rectangular, teniendo su lado mayor en la dirección del eje de la iglesia. Es muy esbelta y no tiene más decoración que seis bandas de esquinillas repartidas en toda su altura. Interiormente, se divide en seis estancias superpuestas cubiertas con bóvedas de cañón, incluida la que ahora sirve de campanario, en la que existen seis huecos en arco de medio punto, dos en cada una de las caras largas y uno en cada una de las caras cortas. La corona un recrecido de planta elíptica de época barroca (siglo XVII)”.
La torre oculta
Sobre la torre oculta tras la principal Carbonel nos cuenta lo siguiente: “la torre secundaria que a ella se encuentra adosada contiene la escalera que da acceso a cada una de las plantas, hasta la cuarta estancia, pues termina a esa altura. En ella también se observa que fue levantada a posteriori de la torre principal. Al igual que la iglesia, está hecha de mampostería de piedra, con inclusión de sillares. La parte superior es de fábrica de ladrillo, aunque de diferente factura que la de la torre. Presenta la particularidad de tener sendas ventanas geminadas en las caras NE y NO, en arco de medio punto de piedra sillar, apeando sobre columna con su correspondiente capitel y cimacio, también de piedra, de origen románico. Ante la falta de documentación, pensaremos que estas piezas fueran recuperadas de otra edificación del siglo XII y reaprovechadas aquí, si damos por cierto que esta torre auxiliar fue erigida en el siglo XVI, pero no hay ningún motivo para descartar que fuera construida en ese siglo XII y que, por tanto, esas piezas sean originarias ya de ese lugar. De cualquier forma, de lo que no hay duda es de que es posterior a la torre de ladrillo que nos ocupa. En su interior, la escalera es de caracol, construida en torno a un machón central. El acceso a cada planta se realiza a través de huecos de ladrillo ligeramente apuntados, lo que también nos lleva a otra época anterior al Renacimiento. Las bóvedas de medio cañón fueron rotas en su día para pasar las cuerdas de las campanas, pero también se ven en un rincón pequeños huecos para la comunicación entre plantas mediante escaleras de palo antes de adosarle la torre secundaria. Para acceder a las dos plantas superiores tenía el mismo sistema, pero se cambió en algún momento rompiendo la estructura primitiva y construyendo las escaleras actuales de fábrica, posiblemente en el siglo XVI”.
Conclusiones y cuestiones
Otro dato curioso que destaca el autor en su trabajo “lo encontramos al observar la orientación de la iglesia, pues es totalmente SE, algo extraño en los templos cristianos si no es debido a algún condicionante especial. Venimos observando esta circunstancia en las iglesias que fueron construidas en los mismos solares donde antes hubo mezquitas. En este caso, ni siquiera la trama urbana pudo condicionar esa orientación, pues el templo está totalmente girado respecto a la misma. En todo caso, de haberse construido este templo en el siglo XVI de nueva planta, el trazado urbano hubiese favorecido una orientación más acorde con el criterio canónico cristiano. Por esto también cobra fuerza la posible existencia de un templo islámico anterior. De él pudo quedar el alminar con esa alineación (la torre que hoy conocemos, con función también de atalaya) y la nueva iglesia quedó orientada de igual manera.”.
Finalmente, Jaime Carbonel concluye: “con todas estas observaciones y ante la ausencia de documentación, lo más lógico es deducir sobre su origen que estamos ante un alminar islámico erigido en el siglo XI como faro o torre atalaya en la ruta del río Huerva hacia Zaragoza. Su importante altura, sobriedad decorativa y configuración arquitectónica interna, más propias de una edificación militar, así lo corroboran”. Y lanza las siguientes cuestiones: “¿en qué se parecen estilística y decorativamente esas torres a esas iglesias? ¿han podido ser concebidas por los mismos alarifes o por otros coetáneos? ¿por qué la ubicación de las torres encaja tan mal en relación con la iglesia? ¿Es coherente pensar que, en las tierras de Aragón, tras dos siglos de cristiandad, se estuviera copiando para sus iglesias el modo de construir de un imperio musulmán, cuya frontera se encontraba a unos 500 Km, al Sur?”.
El mudéjar ¿un camelo?
Todas estas cuestiones llevan a una reflexión de Carbonel: “El problema tiene su origen en un planteamiento erróneo que viene desde el siglo XIX, cuando se empieza a tener en cuenta la arquitectura mudéjar. Se dio por hecho –así, sin más- que en Aragón no quedaba ninguna construcción de la época andalusí, quizá porque se había instaurado la idea de echar tierra sobre todo lo que pudiera oler a “moro”, ya desde siglos atrás. Los historiadores del arte han ido ampliando sus investigaciones, pero nunca cuestionando este dogma, por lo que, oficialmente, este arte no existe, salvo en el Palacio de la Aljafería de Zaragoza, de donde se dice que sirve de modelo para el desarrollo de toda la arquitectura mudéjar aragonesa, argumento que tampoco se sostiene por dos motivos: uno, que la Aljafería es una construcción civil y militar, cuyas estructuras no tienen nada que ver con la arquitectura religiosa del mudéjar, y la otra, que los motivos decorativos de la Aljafería para nada pudieron servir de precedente al rico repertorio que luego se desarrolló en el mudéjar aragonés, como es evidente. De modo que, “oficialmente”, no hay modelos del arte zagrí que puedan ser referentes para otros edificios sin datación documental segura. Todo se ha metido en el mismo saco: arquitectura mudéjar, a partir del siglo XIII”.

Este y otros artículos de Jaime Carbonel sobre arquitectura zagrí pueden ser consultados en la página web del Colegio Oficial de Aparejadores y Arquitectos Técnicos de Zaragoza.
También recomendamos la lectura de la tesis de Javier Peña: «Arquitectura islámica de ladrillo y yeso en Saraqusta»
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